Al siguiente día madrugue a las 4:00 am porque la persona que vendió los boletos para el bus me recomendó que la salida era de acuerdo a tu hora de llegada, si llegas temprano eres de los primeros en subir y llegar arriba.
Llegue a las 4:30 a donde debía esperar el bus, y ya había 30 personas paradas haciendo una fila, pensé que era la primera, pero me equivocaba.
Pero al empezar a salir buses la fila disminuye considerablemente y justo a las 6:00 am estábamos en la entrada de las ruinas con un gran aguacero encima.
Yo, como buena colombiana iba preparada, llevaba un impermeable en mi bolso, me lo puse, hice la fila y entre. Recuerdo ver todos los viajeros cubriéndose del frio en una pequeña cabaña.
Ni por un momento se me ocurrió quedarme junto a ellos, yo venía a ver Machu Picchu, no importaba que estuviera lloviendo, recuerdo que mientras caminaba no había casi ninguna persona por ahí.
Como si tuviera todas las ruinas para mi sola, jamás pensé en que se había arruinado todo, quizás estaba algo enojada por no poder sacar mi cámara y tomar fotografías, pero con el tiempo lo olvide.
Camine los dos tramos, y con el tiempo de la nada dejo de llover, y se asomó el sol, trayendo consigo muchas personas que en instantes llenaron todos los lugares de la ciudadela.
Muchos buscaban tener la mejor fotografía del lugar y huir de todas las personas, pero era imposible, los turistas hacen parte del paisaje, y eso es inevitable al visitar una maravilla del mundo.
Recorrí dos veces el lugar, y al salir, busqué donde sellar mi pasaporte, para dejar el sello de mi vista, este lo encuentras cerca de la entrada.
0 comentarios